En el hablar cotidiano es frecuente denominar “adicción” a cualquier conducta compulsiva, repetitiva o que consideramos excederse de la “norma”. Sin embargo, es importante conocer los distintos tipos de relación (bien sea con las drogas o con el juego, las compras, el sexo, el dinero…) que pueden existir, pues no es lo mismo hablar de uso, de abuso o de dependencia.
A modo de ejemplo, detallaremos a continuación en qué consiste cada uno de estas formas de relación en el caso de las drogas, y más concretamente en el caso del alcohol. De menor a mayor gravedad, estos son los tres tipos de relación que pueden darse:
- Uso: cuando hablamos de uso de alcohol nos referimos al consumo de alcohol que no conlleva consecuencias negativas inmediatas en la persona, pues la frecuencia y la cantidad ingeridas son bajas. Es importante, sin embargo, afinar el límite en el que situamos estas consecuencias, ya que es fácil minimizar el perjuicio negativo que el consumo reiterado de alcohol está provocando en el sujeto.
Para más detalle podemos distinguir entre tres tipos de uso:
- Experimental: momento en que la persona decide probar la sustancia, en este caso el alcohol.
- Recreativo: el sujeto empieza a beber de una manera regular y en un contexto generalmente social.
- Habitual: tras haber probado otras sustancias psicoactivas, el alcohol es elegido como droga de preferencia y la persona bebe por el gusto que le produce la sensación tras el consumo.
- Abuso: para considerar que existe un abuso del alcohol deben detectarse consecuencias negativas inmediatas derivadas de dicho consumo. Así, en este caso el consumo de alcohol debe conllevar un deterioro o malestar clínicamente significativo, dando lugar al incumplimiento de obligaciones en el trabajo, casa o estudios, problemas legales, sociales, familiares… Así pues, cuando una persona comienza a faltar o llegar tarde a su trabajo a consecuencia del consumo podríamos hablar de abuso de alcohol y no de uso de alcohol.
- Dependencia: la dependencia al alcohol puede catalogarse como tal cuando la persona prioriza el beber frente a otras conductas importantes, convirtiéndose en una conducta en torno a la cual se organiza la vida del sujeto. Así, la persona siente el impulso de seguir consumiendo de forma continua o regular para lograr los efectos del alcohol, a pesar de los perjuicios negativos que ello le provoca. Un ejemplo de ello sería alejarse de amistades cercanas. Es importante saber que el elemento clave de la dependencia no son los efectos de la droga en sí, sino la relación que el sujeto establece con ella, priorizando esta conducta problemática sobre otras que antes eran consideradas más saludables.
Por todo esto, en el tratamiento tanto de adicciones con sustancia como de adicciones sin sustancia es importante afinar y conocer a qué tipo de relación nos estamos enfrentando. De esta manera podremos plantear una intervención que se adecúe a las características del caso particular del/la consultante.